viernes, 12 de abril de 2019

Siluetas porteñas Hoy: Enrique Santos Discepolo


Estatura pequeña, enjuto y cadavérico, con su cabeza de pájaro, ligeramente hundida entre los hombros. Huesos, piel, cerebro y sentimiento. ¡Qué deuda enorme tiene para ti el ciudadano del tango! ¡Qué grande y lacerante enseñanza desnudó implacable el bisturí de tus palabras a través de tu pluma valiente y resignada... y como un Cristo moderno fuiste vapuleando, traicionado y vencido... Como todos los genios, sufriste el derrotismo de algún "seudo-poeta" que condenó cobardemente tus amargas verdades, sin asomarse a la profundidad abismal de tu alma, ni comprender, que tristeza y poesía son palabras gemelas... alguna vez te hicieron justicia y tu nombre fulguró en luces, sobre la fachada de un teatro céntrico, pero el reinado de esas letras fue fugaz... tal vez incomprensión, tal vez olvido... Buenos Aires nocturno continúa su vida, más pálida y triste, pero recordándote como a un Mesías del dolor humano. Como al más fiel exponente de una suprema frustración sentimental, porque es evidente que has dado de ti mucho más de lo que has recibido... Quién se atrevería hoy a negarte, si hombres y mujeres de remotas latitudes, han cantado y comprendido tu doloroso lenguaje... "Cuando manyés que a tu lado se prueban la ropa que vas a dejar...". Quién se atrevería hoy a discutir, la meridiana claridad de tu filosofía, cuando quizás enfrentando el dantesco sufrimiento del propio fracaso dijiste en otra de tus obras: "Cuanto dolor que hace reír". Has muerto, filósofo doliente, de magra figura, y alma exuberante... Te has desprendido de la materia, para seguir viviendo por siempre en la voz de todos los cantores del Plata, y en la voz de los que vendrán mañana, cuando la muerte nos apague en la garganta el deseo de seguir cantando tus tangos, mas allá de la vida... Buenos Aires te querrá siempre, porque ha visto la limpidez de tu alma, a través del designado cansancio de tus ojos buenos... No importa que no haya calles ni estatuas que recuerden tu nombre. En cada corazón argentino hay un bronce virgen que te espera... JULIO SOSA

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