viernes, 5 de abril de 2019

Julio Sosa dejó su marca en el tango


Además de cantante fue figura de la radio, la televisión y el cine, y publicó un libro de poemas Ayer hubiera cumplido 75 años el cantor uruguayo Julio Sosa. En efecto: había nacido el 2 de febrero de 1926 en la ciudad de Las Piedras, departamento Canelones, en la vecina república. El pequeño Julio se había ganado la vida desde chico en los más variados oficios. A los doce años había ganado un concurso de aficionados en un recreo cercano a Montevideo, y en esos años irrumpía como cantor en algún café de su pueblo natal, hasta que alcanzó a cantar en la orquesta de Carlos Gilardoni. La suerte lo llevaría después a Montevideo y Punta del Este junto a los grupos de Epifanio Chain y Luis Caruso, y en el cuarteto de Hugo Di Carlo. Tras registrar algunos tangos con la orquesta de Caruso, Sosa, que no encontraba un lugar promisorio en su país, decidió instalarse en Buenos Aires. Fue en 1949 cuando irrumpió junto a las guitarras de Cortese y Fontana en el café Los Andes, de Chacarita. Después la suerte lo llevaría desde el breve paso por la orquesta de Joaquín Do Reyes a la célebre formación de Francini-Pontier, una verdadera catapulta para afianzar su prestigio. Con ella cantaba Alberto Podestá. Julio Sosa irrumpía en la escena con un perfil casi inédito en el tango, si se exceptúa a Edmundo Rivero: estaba naciendo, en su firme estampa, El Varón del Tango. Su recia voz de barítono-bajo incorporaba un nuevo modelo entre los cantores de tango, muy lejos de aquellos gorgoritos belcantistas de tenores sentimentales que antes habían sido consagrados como registro típico del tango. Así fue imponiéndose su estilo; estilo varonil, pero sin ínfulas, sin las bravuconadas canoras de Hugo del Carril, pero de estremecida dramaticidad. Se lo escuchó en la boite Picadilly de la calle Corrientes, en temporadas en Radio El Mundo y en grabaciones en el sello Víctor. Tras la etapa de Francini-Pontier, Sosa se integró, a partir de 1953, a la agrupación de Francisco Rotundo. Allí grabó para el sello Odeón. Y cuando Armando Pontier asumió solo la función de director orquestal, Sosa lo acogió como vocalista de su conjunto hasta 1958. A partir de entonces, al imponerse como primera figura, eligió como acompañante al bandoneonista y arreglador Leopoldo Federico, con quien dejó grabaciones para el sello Columbia. Allí registró también obras del repertorio criollo de proyección folklórica, con acompañamiento de guitarras. No solamente los sellos grabadores lo vieron pasar por sus estudios. También la radio y la televisión lo contaron entre sus asiduos protagonistas. Además, participó en varias películas dedicadas al tango, por ejemplo en "Buenas noches, Buenos Aires". No contento con esto, Sosa publicó un libro de poemas, sin duda premonitorio: "Dos horas antes del alba". En la personalidad de Julio Sosa anidaba un ser disconforme, que a menudo era visitado por la angustia. Sin duda pesaba sobre él una infancia con un padre analfabeto y una madre que se desempeñaba como sirvienta. Por eso un día pudo confesar "Yo me llamo fracaso". Muchos pudieron descubrir en él a un muchacho sombrío, a veces triste, que contrastaba con una estampa exteriorizada de hombre seguro de sí mismo, de displicente soberbia y cancherismo. Y llegó el día fatídico. Día prenunciado cuando en 1961 chocó contra un taxi, piloteando una motoneta, y cuando al año siguiente, conduciendo un auto pequeño embistió a un colectivo. En ambos casos había escapado de la muerte. Pero llegó el 26 de noviembre de 1964, cuando de madrugada, otra vez en auto, chocó contra un pilote de la avenida Figueroa Alcorta. Y tras desesperada agonía falleció a las 9.30 de ese día. La despedida Hasta el sanatorio donde lo atendían concurrieron miles de admiradores consternados y sin poder consolarse. En la lluviosa mañana del viernes 27 de noviembre, una muchedumbre se agolpó en el velatorio, para despedir al cantor que los había conmovido con "Rencor", "Qué me van a hablar de amor", "Nada", "Sus ojos se cerraron" y decenas de tangos; o ese desgarrante recitado de "La cumparsita". Lentísimo fue el cortejo fúnebre desde el estadio Luna Park, donde lo velaron miles de admiradores, hasta el cementerio de la Chacarita, donde el 28 fueron inhumados sus restos en el panteón de Sadaic. El llanto sólo fue interrumpido por episodios de una franja peronista de manifestantes que, como expuso La Nación en su edición del 29 "pretendieron capitalizar" para sí el entierro con una corona que llevaba el nombre de su líder político. En 1987 los restos de Julio Sosa fueron repatriados y depositados en el panteón familiar en su ciudad natal, Las Piedras, a 60 kilómetros al norte de Montevideo. Así se conmemoraba el 22º aniversario de la trágica desaparición de El Varón del Tango. Muchos habían considerado a Julio Sosa como el sucesor de Carlos Gardel. De todos modos, más allá de los estilos del canto, sus destinos confluyen en que ambos encontraron la muerte trágicamente.

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