No lo puedo creer, eres tú la que lloras
eres tú la que ruegas de ese modo angustiada
mi confianza de niño, mi ternura de otrora
qué pálida te has puesto por tan poco, por nada...
Vístete, no te quedes contemplándome muda
temblorosa y doliente con mirada tan triste
he aprendido a dudar frente a tu alma desnuda
y abierta como un libro, la tarde que te fuiste.
Cuando mostraste fría sin asomo de pena
como un regalo negro tu abandono cobarde
me contagiaste amarga esta fuerza serena,
como un virus terrible este mal incurable.
Hoy has vuelto pensando que mi amor sería eterno
eterna mi confianza y también mis deseos...
Sólo hallaste lo último, lo anterior ya se ha muerto
como mueren los pájaros sin nido en el invierno.
Me reprochas que te haya acariciado de nuevo
y qué quieres, si sigues siendo siempre tan guapa
y yo joven y fuerte, y además no estoy ciego
como la tarde aciaga que lloré por tu alma
y dejé como un necio que tu cuerpo escapara...
El recuerdo de entonces ha quedado flotando
en el hondo vacío de mi ser que te amaba
ponte pronto la blusa, que a pesar de tu llanto
el vacío que hoy dejas, sólo será en mi cama...
Basta ya de llorar, que me cansan tus lágrimas.
Péinate en el camino, aquel peine es el tuyo
y tuyo este pañuelo, también aquellas cartas
tus palabras de amor, tu voz, maldito arrullo
que atesoró mi oído y mi burlada confianza.
Vete pronto que el día anuncia su llegada
no quiero que te vea mi madre cuando salgas
y toma este dinero que paga tus caricias
así estamos a mano, ya no te debo nada...
Te vas sin saludar porque te hago justicia.
Sí que eres orgullosa, y hasta mal educada...

SEIS AÑOS { El Tango que escribió }
Después de mucho tiempo, seis años más o menos,
ayer te vi de nuevo del brazo de tu amor,
y ésta pasión inmensa descontrolada y loca,
como un fantasma rojo mis sienes envolvió.
Felina y majestuosa con fría indiferencia,
tus bellos ojos grises, mordieron mi ansiedad,
en alas de tu paso tan pequeñito y suave,
espléndida y dichosa, con él te vi pasar.
Retrocedí seis años parado en la vereda,
me vi cantando un tango, aquel que nos unió,
en épocas lejanas de efímera grandeza
mi nombre en los carteles, y yo en tu corazón.
Tras el amargo ensueño, volví a montón de diarios,
tu engominado amigo me pidió La Razón,
se la entregué rogando que no me conocieras,
y te fuiste contento del brazo de tu amor.
Me adelanté unos pasos, con ansias de llamarte
mi pobre voz quebrada, fue un grito sin color
mis manos transpiraban, heladas por la angustia
crispadas de impotencia, como mi corazón.
Noté tras la vidriera del turbio bar cercano,
que un rostro me miraba, con cruel curiosidad
entonces tropezando, avergonzado y triste
me fui silbando un tango, para disimular...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario