viernes, 29 de marzo de 2019

Desde mi sillón


He arrimado mi sillón a la ventana y allá abajo a mis pies adormecidos la viscosa serpiente de la calle se retuerce en su gris tinte sombrío. Un bostezo de noche la protege un borracho babeante la atraviesa y su paso de plomo tropezante muerde en ecos la sombra de mi pieza con sus ojos de lámparas eléctricas derramando fulgores enfermizos prpadeando la calle despereza su amarillo fulgor de oro ficticio. Enseñando en su cuerpo lacerado la herejía morbosa de la infancia cruza escuálido un perro abandonado las gastadas baldosas de la plaza. Va golpeando su palo un vigilante en la reja dormida de una casa mientras hieren sus ojos penetrantes los oscuros galpones de la fábrica. Se despierta un letrero luminoso pregonando estridencias de colores y, alumbrado su rostro maquillado, miente ya el cabaret dicha y amores. Tenebroso panteón del hambre eterna que alimenta su estómago vicioso con los muertos que acuden noche a noche a fingir que están vivos y dichosos. Por sus fauces desfilan inconcientes macilentos los rostros y las almas y en la cueva brumosa de su boca asesina ilusiones, y las traga. Y vomita en la fría madrugada la locura ojerosa y elocuente de sus seres que muertos están vivos y están vivos recién cuando se mueren. Los espectros dolientes de la orgía llorarán el la calle somnolienta y debajo del traje de princesa morderá su embriaguez la cenicienta. A la fría pobreza de sus cuartos correrán los robots desheredados y también llevarán los opulentos a su lujoso lecho igual cansancio. Llora el rico de su alma la pobreza y de enorme tesoro el pobre es dueño pues al pobre le queda una riqueza: la cuantiosa fortuna de sus sueños. Y después, cuando el sol brilla en el cielo y enrojece los grises edificios es el cruel cabaret inocente abuelo con su aspecto de viejo consumido. Con qué gusto volcaría entre sus fauces las estériles noches que me quedan si pudiera lograr que no me abrace este duro y fatal sillón de ruedas...

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